“Salgo a correr, no solo ahora, sino siempre. No sé hacia dónde, pero sí de dónde" este fragmento de un poema de Kai Isaiah Jamal aplica al nuevo poemario de Inés Kreplak porque al leer otras pieles se sale de lleno a correr, no sabemos a dónde, pero si desde de dónde: desde la poesía.
Inés
se define “hosca como un catus” pero sus
poemas no lo son, son directos y reales, sin subterfugios, ni adornos. Leer a Inés
es entender que su poesía como un buen jab nos impacta desde el primer poema en
el mentón, mostrándonos sin matices, con crudeza por dónde irán los versos de
este libro.
Inés
odia la palabra resiliencia, pero hay sin dudas en estos poemas una búsqueda,
una formula ¿un ardid? Para superar el trauma, el dolor o la soledad.
¿Cuál?
La
autoexploración
Preguntarse
sobre la familia, la infancia y las amigas. Bucear en el pasado y buscar
patrones y encontrar siempre la escritura como salvación como motor para seguir
adelante
“Me
dirías que no escriba
que no
cuente ni ventile
que no
grite tanto
que no
llore enfrente de la gente.”
Y la
transparencia del dolor porque nombrarlo, escribirlo como si nombrando, dándole
peso a los traumas pudiéramos superarlos. Revelar lo que nos resquebraja para
mantener de esa manera todo unido y en su lugar.
“…Desolada,
iracunda, enojada
aún
más
irritada,
colérica, furibunda
escribo
versos catárticos
repletos
de eso que jamás
llamaríamos
poesía…”
Inés
nos sacude con energía y después reposa, cae y parece apagarse. Como si lo
vital viniera por oleadas, como si la palabra, su cuerpo ¿ella? Tuviera picos
de electricidad y adrenalina para después dejarse caer en el cansancio y en
poemas atávicos como las milanesas de su madre.
Y la escritura como escape, la escritura como
salida siempre.
Cada
día
Palabras
sensaciones,
olores
texturas,
recuerdos
rumiar
hasta entender qué:
escribo
y ya puedo volver a respirar
Escribir poesía, hacerse preguntas, compartir las pequeñas respuestas y volver a comenzar el ciclo una y otra vez.