Los misteriosos poemas de Densa caótica plenitud florecen a medida que uno se va a adentrando en los versos de Natalia, parecen estar vibrando todo el tiempo, haciendo a su vez vibrar todo lo que nos rodea hasta el punto que uno puede confundirse y pensar que ese mareo que nos envuelve es producto de uno. ¿Te movés vos o las cosas? nos dice un verso. Se mueven los poemas. Se mueve el mundo (el de las palabras), un mundo que se puede hacer y deshacer como si de un juego se tratara.
Un poemario en donde la muerte y la escritura. La ausencia y el amor. El silencio y las preguntas pueden convivir sin hacer ruido, sin molestarse. No hay interrogatorios, no hay máximas, ni conclusiones. Los poemas de Densa caótica plenitud no aspiran a brindar respuestas. Al contrario, desprenden interrogantes y aceptan el caos como lo que es.
Un universo con sus propias huellas, sus propios desnudos, sus propios diamantes y quizás algunas pequeñas certezas. Finalmente, todos tenemos dos, tres ¿cuatro? experiencias luminosas y no más: lo único que queremos es encontrar la forma de volver a ellas. Natalia nos comparte la forma que encontró de perpetuar las suyas, este es su libro, estos sus poemas. Este es su intento de salvaguardar lo ínfimo y luminoso. Este es el camino que eligió.
Marcos Gras