No todos los
días el mundo se ordena bajo un poema y aun mucho menos bajo un libro de
poesía. Esa máxima no aplica a la poesía de Gabriela Luzzi y a su libro Liebre
editado por Vox.
Dividido en 5
secciones: Bombones que van sobre papelitos, Liebre, Ciudad, Corcovado Sur y
Sin distinguirlo los poemas de Gabriela hacen que todo se ordene aunque sea por
un breve instante para después si volver al caos de la vida.
Desde los
primeros poemas vemos tierra, pies descalzos, infancia de pueblo. Versos breves
funcionan como una suerte de bitácora de los días de una niña en Rawson, desde
su diagramación en continuado apenas separado por asteriscos vamos saltando en
los ojos de una niña que descubre un mundo, pero no nos encontramos ante un
despertar mágico e idilico, sino que tiene ese naturalidad, esa veracidad con
la que los niños ven un mundo en el que todavía no saben en el que en ocasiones
es necesario mentir para sobrevivir “…Mi hermana es gorda y rubia nos dice…Mi
hermano me hace robar figuritas…” predomina la libertad, lo salvaje el niñe aun
no moldeado. Ahí en esa franja entre la libertad y la ausencia adulta es donde se
mueven los 15 primeros poemas de este libro. Un salvajismo que seduce y que termina
con la presencia de la muerte.
Gabriela continua
con apenas 3 poemas en donde lo onírico esta presente y los poemas sobre los
poemas comienzan a recorrer la escritura. Hay un reconocimiento del sueño como
lugar de pertenencia y de la poesía como refugio. La liebre que perdió a su madre
como la niña perdió a su madre. Y los zorros que buscan y la lana que cubre,
pero no protege. Encender la luz y salir del sueño antes de que se vuelva
pesadilla
Ya en la ciudad Gabriela
muta nuevamente, poemas de largo aliento, pero la misma búsqueda y la dispersión
que es una constante en su poesía. La dispersión no como falta de detalle o de atención
sino como forma de contar. Hay un encabalgamiento de los pensamientos en Luzzi que
fluye y eso funciona muy bien en el poemario. Gabriela nos susurra al oído sus
pensamientos, sus ideas, sus imágenes y los conecta uno con otros con
envidiable oficio haciendo que sea imposible ver las puntadas entre ellos.
El viaje concluye volvemos a esa curva, ese pliegue en el sur; reaparecen los zorros grises y con ellos la bitácora de esa niña que irremediablemente crece en un mundo donde la niñez es un tris o un lujo de pocos. Pero junto con ese crecimiento aparecen los colores, las imágenes mas liricas, la poesía.
La belleza de la
ilustración de tapa y de la edición de Vox hacen que la experiencia de leer
este poemario se complete y resulte un pequeño placer como los bombones de esa
caja que esa niña no puede parar de comer.
*
Como destellos
entre los arbustos más lejanos
miran de lejos
esperan en la noche
los ojos del zorro gris
que ataca.