Con tapa de Krysthopher
Woods y diseño de Mambo Cuarenta gotas de azufre nos sumerge
en sus casi 70 paginas en la reconstrucción de una ausencia y un padecer.
Brecciaroli nos invita a reflexionar sobre qué hacer con ese dolor de qué
manera encararlo sin olvidarlo y como salir fortalecida de ese vínculo que ya
no está.
Desde el
epígrafe de Kavafis del libro nos marca el camino y sabemos que emprenderemos
un viaje largo y que, como todo viaje, implicara una transformación del sujeto.
Pájaros que caen
del cielo como frutas maduras, hombres caracol, plantas que crecen invadiendo
el hogar y una idea del dolor, de la desolación, del encierro primero y la fantasía
de la muerte como escape que comienzan a dosificarse por el poemario con una
elegancia propia a la que nos tiene acostumbrados Brecciaroli en su escritura. Sensaciones
de oscuridad y desamparo que por momentos cobran fuerza para después diluirse
en la búsqueda de un empoderamiento del yo lirico. Un recorrido a pie por una
ciudad derruida y en escombros y posteriormente la certeza de que lo que se
busca tiene que darse en otro contexto. Ahí comienza el viaje. La Pampa. Lo
árido, las satélites, la compañía de otras mujeres y la certeza de que todo
sigue su curso aun el dolor.
Paula nos vuelve
a mostrar en sus poemas porque en cada entrevista que da dice: “El uso
económico y preciso de las palabras es uno de los momentos más hermosos de la
escritura “ La poesía de Paula hace honor a esa afirmación y no hay en Cuarenta
gotas de azufre ningún verso que sobre o este de más. El lector encontrara en
este libro una pequeña cadena donde cada eslabón fue engarzado con paciencia y labor
de artesano, en donde cada poema te
lleva a otro como si y ninguno puede
dejarse al azar o de lado en este viaje hacia eso misterioso y a su vez tan punzante
que es vivir, amar y aun mas importante ser amado.