¿Cuándo decidimos ocultar la vejez? ¿De qué manera se fue dejando de lado
el pasado? ¿Cuándo pasaron la memoria, las raíces a convertirse en un
estorbo?
El nuevo libro de Pamela Terlizzi Prina viene a buscar algunas respuestas, a
arrojar un halo de luz sobre algo que la sociedad parece haber relegado. La
ancianidad.
Los poemas de Qué violencia perfecta la del mundo viejo vienen a proponer un
recorrido, un recuerdo. Bucean en la genealogía, indagan en el pasado, pero
no cualquier pasado sino uno especifico de raíz fémina. La experiencia de
mujeres ancestrales y su vivencia, su gallardía, su silencio. Mujeres que, como
bien dice el epígrafe de Thénon, son ellas grandes ventanales de sombra,
tiempo y muerte.
Sombra, tiempo y muerte… una memoria colectiva y generacional en la que
Pamela busca sin tregua. Una búsqueda que encuentra cauce en el dolor que
atraviesa generaciones, un dolor lleno de vejaciones, humillaciones y silencios
que nos interpelan en nuestro presente de conquistas y luchas diarias
Entonces, leyendo estos poemas dejamos de preguntamos ¿cómo llegamos
hasta acá? y comenzamos a ver el camino y así podemos amalgamar este
presente de banderas enarboladas y esta masa joven que marcha y conquista.
Y esa continuidad solo se entiende en su plenitud si entendemos nuestro
pasado, el pasado de ellas, las que vinieron antes.
“…abuela querida,
viejita
¿cuántos umbrales bajísimos tuviste que cruzar?
¿cuántos delitos pintaron frente a vos una línea roja?
¿cuántas veces la pisaste?”
La identidad. La perdida y su construcción. Aquello que la palabra pierde y que
va a renombrar. Porque lo que se perdió también nos define y nos resignifica.
“…¿Cómo se escribía tu nombre antes de la guerra?
¿Extrañas las letras perdidas?...”
Y de repente una apropiación del dolor, una aceptación de la continuidad, un
legado del que estar orgullosx:
“…las malas
las sanas
las mansas.
Son todas mías.
A todas les duelen los huesos
por haber estado de rodillas.
Un legado que transforma, un silencio que se vuelve palabra, consigna y grito:
“Mi abuela me dijo:
no es que sepas responder a todo,
es que no aguantás el silencio.”
Y eso es este nuevo poemario de Pamela. No una respuesta a todo, pero sí
una réplica al silencio acumulado, heredado, transitado. Una contestación
basada en el derecho de sangre. En un linaje de leonas que tiene permitido
sentirse mal de tanto en tanto.