Una fogata hablaba de nuestros corazones

 





Sbarra escribió que lanzarse al amor es empezar a construir un recuerdo que seguramente será terrible” En una fogata hablaba de nuestros corazones de Inés Púrpura (proyecto poético de Gael Inés, poeta transmasculino) no existe el miedo a crear ese recuerdo y Gael redobla la apuesta, no todo recuerdo del amor debe ser terrible

Quedarme para siempre en tu abrazo

hasta que el sol venga a buscarme

me queme la piel

y los recuerdos

hasta convertirme en polvo

en tu abrazo

en el sol que vino a buscarme.

No conozco un poeta que hable de la ternura y la pasión con tanta delicadeza como Gael en sus poemarios (invito al lector a leer este y todos los anteriores).

Sencillo y directo parece estar todo el tiempo, aun en los silencios, sabiendo de que se trata esto de amar; y que amar y sufrir son líneas que en algún momento convergen pero que amar es el acto definitivo, aquel que nos define y que al amor hay que entrar como dice un verso con El corazón en mano.

Los poemas de Gael sondean el amor en su materialidad ¿de qué están hechos los sueños? ¿de qué se compone el amor?

Poemas luminosos sobre el paso del tiempo, los besos

¿Se puede retener la felicidad?

Gael nos advierte que en su condición de poeta puede mentirnos y que esa mentira es en post de entender lo que ocultan las preguntas que los mismos poetas exploran

Lxs poetas somos algo mentirosxs

porque escribimos hasta de lo que no conocemos

exploramos la tristeza, además

y el deseo que tenemos de amar

como si fuéramos en busca de una golosina nueva.

Una fogata hablaba a nuestros corazones en un poemario luminoso, radiante. Poemas que invitan al conocimiento, al asombro, a desdibujar las fronteras.

Todo lo que me motiva

me despierta

todo lo que me conmueve

me enseña.

Este nuevo libro de Gael Inés nos habla de amar, de dejar ir, de elegir y de recordar, de caminar y decidir como transitar ese camino que se emprende. Sin dogmas, con amor y curiosidad y aceptando que lo que hoy duele alguna vez fue pasión y que ese dolor es transformador 

...cultivar es algo hermoso

como un verbo o una acción

como un jardinero hundo mis manos

en mi rostro

mis dedos se extienden

cultivo

a lo largo y ancho

desparramo

acaricio.

Pensar que de la tierra brota tanta savia

hay canales de riego construidos hace miles de años.

Hago una pausa en la tarea

quiero decir

en todo este tiempo

jamás deje de amarte.



Otras pieles

 





“Salgo a correr, no solo ahora, sino siempre. No sé hacia dónde, pero sí de dónde" este fragmento de un poema de Kai Isaiah Jamal aplica al nuevo poemario de Inés Kreplak porque al leer otras pieles se sale de lleno a correr, no sabemos a dónde, pero si desde de dónde: desde la poesía.

Inés se define “hosca como un catus” pero sus poemas no lo son, son directos y reales, sin subterfugios, ni adornos. Leer a Inés es entender que su poesía como un buen jab nos impacta desde el primer poema en el mentón, mostrándonos sin matices, con crudeza por dónde irán los versos de este libro.

Inés odia la palabra resiliencia, pero hay sin dudas en estos poemas una búsqueda, una formula ¿un ardid? Para superar el trauma, el dolor o la soledad.

¿Cuál?

La autoexploración

Preguntarse sobre la familia, la infancia y las amigas. Bucear en el pasado y buscar patrones y encontrar siempre la escritura como salvación como motor para seguir adelante

“Me dirías que no escriba

que no cuente ni ventile

que no grite tanto

que no llore enfrente de la gente.”

Y la transparencia del dolor porque nombrarlo, escribirlo como si nombrando, dándole peso a los traumas pudiéramos superarlos. Revelar lo que nos resquebraja para mantener de esa manera todo unido y en su lugar.

“…Desolada, iracunda, enojada

aún más

irritada, colérica, furibunda

escribo versos catárticos

repletos de eso que jamás

llamaríamos poesía…”

Inés nos sacude con energía y después reposa, cae y parece apagarse. Como si lo vital viniera por oleadas, como si la palabra, su cuerpo ¿ella? Tuviera picos de electricidad y adrenalina para después dejarse caer en el cansancio y en poemas atávicos como las milanesas de su madre.

 Y la escritura como escape, la escritura como salida siempre.

 

Cada día

Palabras

sensaciones, olores

texturas, recuerdos

rumiar hasta entender qué:

escribo

y ya puedo volver a respirar

Escribir poesía, hacerse preguntas, compartir las pequeñas respuestas y volver a comenzar el ciclo una y otra vez.

 


Extensión del cuerpo

 


“Te amo te odio dame más” Extensión del cuerpo, el 2do libro de Tomás Litta juega (al igual que Charly en Peperina) con la sensación del goce, pero el goce desde la pulsión del dolor. 

El amigx Lacan hablaría de el orden del forzamiento ya que en el orden cotidiano el goce y el placer están aparejados y se usan como sinónimos, pero para psicoanálisis no lo son. El placer es “la menor excitación, lo que hace desaparecer la tensión, la atempera más” y el goce es siempre del orden de la tensión, del forzamiento, del gasto, incluso de la hazaña. Incontestablemente hay goce en el nivel donde comienza a aparecer el dolor, y sabemos que es sólo a ese nivel del dolor que puede experimentarse toda una dimensión del organismo que de otro modo aparece velada (...) Este cuerpo no se caracteriza simplemente por la dimensión de la extensión: un cuerpo es algo que está hecho para gozar, gozar de sí mismo”.

Los poemas que recorren Extensión del cuerpo son goce, puro y sencillo goce.

Hay dolor y solamente mediante ese dolor comprendemos el libro y su goce. Una ruptura desde el primer poema, una caída desde el primer poema.

La noche

la llegada del invierno

el rugir de mi estómago

la estufa rota

de nuestra habitación.

Todo de repente

se hundió en el silencio

cuando hiciste la pregunta

que yo no quería escuchar.

 

La tensión y el sexo entre dos que ya no son uno.

 

Cruzamos

nuestras lenguas

sabiendo que

una caricia

no es suficiente

para saciar un vacío.

Vos y yo, cómplices

de una misma infamia

celebramos el fin

de todas las cosas

mientras la vibración

de las paredes

nos recuerda

que la primera

incertidumbre

es un camino

de ida.

 

El orden del forzamiento, la búsqueda del dolor y del goce se van sucediendo en el poemario de Litta.

Mientras el silencio

se come todas las paredes

vos y yo vamos

de la cama al corazón

arrastrando

como todas las noches,

el ritmo inútil

de esta revancha

que sabemos

no lleva a ningún lado.

 

Y la certeza de Tomás del Yo lirico de estar transitando una relación que ambos saben terminada y el goce de ese dolor encarnado en sexo animal

"La única certeza:

el sabor a polvo en la boca

de la guerra que peleamos.

 

Y una verdad que se va acercando poco a poco


"Construir un refugio

donde entren

nuestros cuerpos

hundirnos en un abrazo

inocente

creer que podemos

salvarnos

de todo esto.

 

Hay en los poemas de Tomy un trabajo y un camino tan genuino, tan cercano. ¿Quién no vio venir el final alguna vez y lo estiro es pos del goce? Tomás nos marca ese sendero, lo construye y lo recorre con nosotros. Nos toma la mano y nos dice esto es así. Yo estuve acá, vos vas a estar acá y no hay manera de alejarte cuando sucede. No hay consejos de amigos, ni familiares. Es un camino adictivo que hay que recorrer y tratar de que sea lo más corto posible.

¿Y después de la tormenta anunciada? El duelo ¿Qué más? Y más dolor y más goce pero ahora no en forma de algo que se rompe sino en el recuerdo de lo que tuvimos y ya no esta.

Es e cierta medida como hacerse una herida dejar que cicatrice y cuando la cascara de la nueva piel está formada arrancársela y comenzar todo nuevamente.

¿Cuánto dura? ¿Dónde termina? En el caso de Extensión del cuerpo con un poema largo de amigxs. Tomás ha escrito un mapa del goce, una ruta del dolor y es que finalmente es como dice Charly y no Lacan “Gozar, es tan necesario, mi amor. Gozar, es tan diferente al dolor”


Qué violencia perfecta la del mundo viejo

 







¿Cuándo decidimos ocultar la vejez? ¿De qué manera se fue dejando de lado

el pasado? ¿Cuándo pasaron la memoria, las raíces a convertirse en un

estorbo?

El nuevo libro de Pamela Terlizzi Prina viene a buscar algunas respuestas, a

arrojar un halo de luz sobre algo que la sociedad parece haber relegado. La

ancianidad.

Los poemas de Qué violencia perfecta la del mundo viejo vienen a proponer un

recorrido, un recuerdo. Bucean en la genealogía, indagan en el pasado, pero

no cualquier pasado sino uno especifico de raíz fémina. La experiencia de

mujeres ancestrales y su vivencia, su gallardía, su silencio. Mujeres que, como

bien dice el epígrafe de Thénon, son ellas grandes ventanales de sombra,

tiempo y muerte.

Sombra, tiempo y muerte… una memoria colectiva y generacional en la que

Pamela busca sin tregua. Una búsqueda que encuentra cauce en el dolor que

atraviesa generaciones, un dolor lleno de vejaciones, humillaciones y silencios

que nos interpelan en nuestro presente de conquistas y luchas diarias

Entonces, leyendo estos poemas dejamos de preguntamos ¿cómo llegamos

hasta acá? y comenzamos a ver el camino y así podemos amalgamar este

presente de banderas enarboladas y esta masa joven que marcha y conquista.

Y esa continuidad solo se entiende en su plenitud si entendemos nuestro

pasado, el pasado de ellas, las que vinieron antes.

“…abuela querida,

viejita

¿cuántos umbrales bajísimos tuviste que cruzar?

¿cuántos delitos pintaron frente a vos una línea roja?

¿cuántas veces la pisaste?”

La identidad. La perdida y su construcción. Aquello que la palabra pierde y que

va a renombrar. Porque lo que se perdió también nos define y nos resignifica.

“…¿Cómo se escribía tu nombre antes de la guerra?

¿Extrañas las letras perdidas?...”


Y de repente una apropiación del dolor, una aceptación de la continuidad, un

legado del que estar orgullosx:

“…las malas

las sanas

las mansas.

Son todas mías.

A todas les duelen los huesos

por haber estado de rodillas.


Un legado que transforma, un silencio que se vuelve palabra, consigna y grito:

“Mi abuela me dijo:

no es que sepas responder a todo,

es que no aguantás el silencio.”


Y eso es este nuevo poemario de Pamela. No una respuesta a todo, pero sí

una réplica al silencio acumulado, heredado, transitado. Una contestación

basada en el derecho de sangre. En un linaje de leonas que tiene permitido

sentirse mal de tanto en tanto.

El hielo en las manos




Cuando releo El hielo en las manos vienen a mí dos reflexiones “Modern poetry is prose” (but is saying plenty) algo que escribió alguna vez Lawrence Ferlinghetti, cuya (precaria) traducción sería “…la poesía moderna es prosa (pero dice mucho)” y la otra es el concepto de “Realismo tierno” categoría que invento; ¿descubrió? Gabriela Borreli en una presentación de poesía a la que asistí (por eso es importante ir a eventos de poesía y escuchar a los otros) En los poemas de Laura ambas premisas se cumplen con creces, encontramos un verso moderno que dice mucho y a su vez una ternura en la mirada que todo lo envuelve y cuida.

Una mirada que posa su vista en lo pequeño, una poesía de lo mínimo que recorre el libro de principio a fin. No porque los poemas (en su mayoría) sean breves sino por donde elige Laura posar la mirada. Donde detenerse. Ese párate no suele ser material, sino que los poemas se detienen en sensaciones, en actos, en instantes. Entonces debo corregirme, no hay en El hielo en las manos una poesía de lo mínimo es mas bien la poesía como acto mínimo: una caída, un nombre, un color, el insomnio, una mentira, un consejo… 

Los poemas que integran El hielo en las manos no necesitan de mucho para sumergirnos en esa sensación risueña y alucinógena que nos invade cuando se lee algo que nos conmueve.

Hay en este, el primer libro de poemas de Laura Quesada, una madurez y una frescura que como lector se celebra.


*

una mentira

plegada como papel

no ocupa lugar.


📗

Libro: El hielo en las manos

Poeta: Laura Quesada

Editorial: Santos locos poesía

Año de publicación: 2022

El ritmo del derrumbe (Presentación)

 


Texto que leyó y escribió Patricia González López en la presentación del libro 


El ritmo del derrumbe es entrar a la escena de estructuras que caen, ideales que alguna vez nos sostuvieron o hemos sostenido, por el solo hecho de aprender a amar y desear como se aprende a andar en bici. Luego viene la inercia, y ver, como dice el segundo poema de Tamara, qué otras formas hay de aprender y andar. Ya en el primer poema “el tiempo” se desprende la pregunta, ¿qué vida nos enseñaron a querer? ¿qué hay que dar para tenerla?

Sin embargo, no hay definiciones sobre el bien y sobre el mal, sobre las buenas y las malas formas, hay un abordaje de las líneas, una escritura con disparadores cotidianos (una caminata, una copa de algo) que llevan a Tamara a pensar en las cosas que están más allá de esa pequeña escena que origina una serie de preguntas, afirmaciones, sobre el tiempo y el mundo que habitamos, y eso no es, como titula el poema, una discusión tonta.

Hay dos mundos en el poemario de Tamara, ese que le fue dado, que ya está salvo y el nuevo, el que siembra ella misma.

Todo lo que somos se puede romper, dice en el poema Una conclusión tonta, en este caso, estar a salvo parece ser lo que ya no se puede modificar, lo que ya fue, lo que quedó en el sótano de la memoria, en el rincón donde queda depositada aquella forma que alguna vez tuvimos de ver el mundo. Y ahí entra el poema ¿qué perdí? ¿tenía fe? Dice, ¿quién no tuvo fe en el mundo que habitó y en la forma que aprendió a habitarlo? Cuando se pierde la fe, gana el cuerpo, y el cuerpo, como titula Tamara la segunda parte del libro “es la inmensidad”.

Ahí surge un nuevo mundo, un nuevo tiempo con un nuevo ritmo y hay una nueva “ilusión tonta”, otros fracasos, desear lo breve, lo quiero, lo simple, desear poner en mute el afuera, el adentro que dialoga con un poema que vine después “otro fracaso” no poder imitar la paciencia de los objetos.  Sentimos el derrumbe cuando todo lo que supimos escuchar con preferencia, parece un recuerdo lejano, un ruido.

Hay amor, hay libertad, hay una consciencia de las cosas que pueden atraparte, de las cosas que parecían encantadoras, de las dos caras de las cosas: el salvataje y la destrucción, la confianza y ser comida. Tamara toma el lápiz, escribe lo que antes le enseñaron que no había que decir, dibuja lo que pensaba que no le era propio dibujar. Y por las dudas, sigue titulando a este sistema nuevo, a esta estructura parlante, plantada, al cuerpo que grita, que elige, que sale a flote, como una sucesión de cosas tontas, para no molestar, para que ese mundo que aun tiene la capacidad de terminar con nosotras, pueda soportarlo.


Accidentes del animo - La felicidad no es un lugar (Presentacion)

 




Texto que leyó y escribió Patricia González López en la presentación del libro 

Gustavo reúne cuatro libros bajo el nombre Accidentes del ánimo, y también reúne otro poemario bajo el nombre La felicidad no es un lugar. Mientras leía y releía se me venía a la cabeza el tema de Nahuel Briones, futurito, que tiene una frase que puede contextualizar el ánimo accidentado por el deseo, las preguntas aun sin responder acerca de la felicidad: “futuros que planeaste y no viviste, nunca te lo vas a olvidar” dice el tema de Nahuel, y sobre ese clima se levantan los poemas de Gustavo.

La ausencia, en sus poemas, nunca dejan de ser lo novedoso, en cada intento, en cada apuesta, hay sorpresa a pesar de haber intuido cómo iba a seguir el juego. La familia es el pasado de sol, el futuro es el amor pensado entre signos de pregunta y el presente los objetos, los ambientes y las calles que son testigos de esa ilusión.

Los poemas de Gustavo son con alguien más al lado, y con la memoria de la infancia, los padres, la tía, que aparecen en escenas antiquísimas de vacaciones o consejos que quedaron para siempre: hay 5 escenas familiares que leí atentamente en sus poemas, obreros trabajando (tía), el mar por última vez, En optimismo (lo que uso y no recomiendo), un viejo error (la canción de los boliches), el visitador (la felicidad no es un lugar). Una presencia bella, en paz, de juego, de un clima soleado.

Gustavo nombra a la soledad pero no hay soledad si hay deseo de compañía. Los poemas hablan de no estar del todo en un lugar, no terminarse del todo un vino, no ingresar del todo a un vínculo, estar seguro del error pero no del todo de los aciertos; así caminan los poemas: embriagados de deseo, firme, múltiple, atravesando las formas del vacío, buscando a una cómplice, viviendo la imposibilidad de habitar el anhelo del vínculo para siempre, la imposibilidad de desconocer que las cosas tienen fin, que se rompen.

En los poemas de Gustavo hay Deseos breves que tienen consecuencias permanentes, que se viven y reviven a cada deseo.

Hay desesperación por abandonar algunas elecciones en tensión con el miedo al olvido, esa injusticia o perdón. Gustavo dice Yo tampoco se tomar decisiones Hasta que algo no se rompe del todo, decide abandonar lo que no sobra pero deja en claro, en varios poemas, que aunque el cariño no salva es la mejor manera de transitar la ilusión de que sigan vivas. El puente que no se usa es alguien que no se anima a cruzar a querer a una persona desconocida, porque aventurarse es como dice en un poema “incorporar algo que nunca más se olvida”.

En un poema dice: “el valor temporario de todo aquello en donde apoyo mi voluntad”, ¿cómo se hace para cruzar el puente sabiendo que todo va a romperse, que las horas de trabajo pueden deshacerse con un par de gotas de lluvia? Confiando en la memoria, en los objetos, en el barrio, en todas las sillas, los asientos sin ocupar, los paisajes de descanso, por fin descanso, del que los turistas salen corriendo.

En un poema dice tener Fascinación por la tristeza, creo que la tristeza no deja lugar a la melancolía, creo que es más bien un ojo atento a lo que se va construyendo o desvaneciendo al compás del movimiento de las cosas, el rouge, los golpes en las ventanas, sweaters en la cama, el sonido de la cerradura de la puerta, canciones, paisajes de verano, modos en que da el sol en el pasto, el clima, todo lo que Gustavo afirma que es lo que de alguna manera lo mantiene atado a los acontecimientos.